domingo, 30 de septiembre de 2018

Él


Él es un artista de la seducción,
un enamorado de la vida,
que disfruta de cada atardecer como si fuera el primero,
y se entrega como si cada noche fuera la última.

Él, que da las gracias por cada día en La Tierra,
se conforma con lo más grande:
poder seguir haciéndolo.

Seguir corriendo, riendo y bailando
desde Mauritania a Barbados,
pasando por La Mancha,
y quedando por siempre atrapado en Gadir.















Él, a quien La Caleta recordará cada 26 de abril,
cantándole a las once de la mañana,
pensaba que nunca sería de nadie,
hasta que un tres de julio su corazón empezó a latir
al ritmo que aprendía a hacerlo el de Ella.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Aquel verano


El último día de aquel verano terminé de leer el libro de Marta.
El libro de las mil historias y sentimientos que viajó conmigo.
El verano de Cádiz.
El verano de la nada al todo y del todo a la nada,
de lo efímero de la vida,
de los cuerpos sin vida y de la vida a raudales.

El verano en el que descubrí que un atardecer puede hacerte sonreír,
y el eco de tus propios pasos, derrumbarte.
El verano de la libertad reflejada en las aguas de la cala del amor,
de espaldas descubiertas y corazones llenos.

El verano del presente y no más futuros
que empezó esbozando la negrura de su mirada
y que acabó tallado en los ojos de fondo tricolor
en los que se recuerda una noche de agosto,
resguardado bajo las sábanas de la cubierta de un barco pirata.


El verano que tuve que esperar al último día
para conocer un cielo radiante de malvas y añiles luciendo sus mejores galas.

sábado, 22 de septiembre de 2018

.


Es raro,
pero hay gente 
que aprende a leerte
sin mucha letra.




domingo, 26 de agosto de 2018

La sal de Gadir

La Caleta. Agosto del 18

Cádiz es un camino de luz
que arropa al sol cuando se esconde.
Cádiz es dar la bienvenida
al atardecer con un aplauso;
es la cara de quien, al doblar una esquina,
ve por primera vez su grandiosa Catedral.

Cádiz es agua y laberintos,
que lejos de perderte,
te encuentran con el mundo y su pasado.
Ciudad milenaria, donde converge y fluye la vida.
Ciudad que enriquece su espíritu
con los jirones de alma que nos dejamos en sus orillas.

lunes, 16 de julio de 2018

A pocos centímetros de la piel


Gargantas que se duelen al cantar,
cuerpos y miradas que estremecen.

Vaciarse hasta quedar desnudo 
frente al que bebe del dolor que, 
nota a nota, te sacudes.

Desgarro poético y elástico
que alimenta corazones heridos 
de una desazón inexplicable.

La voz, 
cuando sale del alma, 
no es voz.

Una voz rota,
que se quiebra,
que te llora.

El cuerpo y la pureza,
la melodía y el abismo,
el desgarro de la música,
y la suerte de sentir.

lunes, 18 de junio de 2018

Tan lejos...

Nos turnábamos tu mano para que no te sintieras solo,
para no sentirnos solos.
Hombre sencillo de los de antes,
que marcó mi carácter y destino.
Gran pérdida que ensombreció parte de mi alma,
que antaño brillaba solo con estar a su lado.


Era una de esas conexiones inexplicables,
que al recordarlas hace que duela el corazón,
y enciende una herida que nunca cicatrizará.

Quiero pensar que sigues conmigo, que estás en mí.
Y es tu sangre,
a modo de lazos que aprietan,
la que acelera mi corazón cuando te lloro
porque no sabe cómo abrazarme desde tan lejos.

martes, 12 de junio de 2018

Un río en su cuerpo


Con delicadeza toma mi pie,
despacio empieza a deslazar los cordones de mis zapatos,
a desaflojar mis tensiones.
No recuerdo si alguien me había quitado antes los zapatos,
y si lo hicieron, logró que lo olvidara.

Lentamente desencaja el material de mi cuerpo,
con suavidad deja el calzado en el suelo mientras me mira.
- Desde la primera vez que te vi, quise quitártelos-, dijo.

La camisa, botón a botón. No quedó ni uno.
Su camisa también caía,
se abría a mi paso como la desembocadura de un río
que muestra lo que las aguas en calma no dejan ver.

Ya, piel con piel, el calor.
Calor de dos cuerpos desconocidos que se buscaban y se sonreían,
de unos dientes que mordían y unas manos que latían.

El sudor ya se secaba en su frente, su pecho ya era mi abrigo,
las respiraciones acompasadas daban paso a una noche de caricias
y besos inconscientes que abrieron la puerta de un mundo nuevo,
para él, viejo conocido.