martes, 12 de junio de 2018

Un río en su cuerpo


Con delicadeza toma mi pie,
despacio empieza a deslazar los cordones de mis zapatos,
a desaflojar mis tensiones.
No recuerdo si alguien me había quitado antes los zapatos,
y si lo hicieron, logró que lo olvidara.

Lentamente desencaja el material de mi cuerpo,
con suavidad deja el calzado en el suelo mientras me mira.
- Desde la primera vez que te vi, quise quitártelos-, dijo.

La camisa, botón a botón. No quedó ni uno.
Su camisa también caía,
se abría a mi paso como la desembocadura de un río
que muestra lo que las aguas en calma no dejan ver.

Ya, piel con piel, el calor.
Calor de dos cuerpos desconocidos que se buscaban y se sonreían,
de unos dientes que mordían y unas manos que latían.

El sudor ya se secaba en su frente, su pecho ya era mi abrigo,
las respiraciones acompasadas daban paso a una noche de caricias
y besos inconscientes que abrieron la puerta de un mundo nuevo,
para él, viejo conocido.

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