Mire donde mire encuentro un lugar para emocionarme. Tristeza y dicha se dan la mano en una misma imagen. Me doy cuenta de la importancia que supone tener a alguien al lado para que te ayude cuando ya no puedes solo. Y más importante aún, para que no permitan que se te olvide reír.
Un señor mayor me descubre mirándole cuando intenta llegar desde su silla a la orilla, le sostienen su hijos y dudo que pueda darse un baño. Para mi sorpresa, poco a poco sus pies avanzan y tocan el agua. Ahora también sus rodillas se sumergen.
Desde mi toalla creo verles reír. De repente el hombre más robusto se sitúa tras el anciano padre y le coge suavemente por la espalda, a la altura de los brazos, éste se deja caer. Flota entre las olas. Se balancea, o le balancean, ¿importa eso realmente? El señor ya no se da cuenta de mi presencia, él solo sonríe bajo los delicados rayos del recién llegado septiembre. Sonríe y me regala su felicidad.
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