Hay tres sentimientos o comportamientos, no sé cómo catalogarlos, horriblemente repulsivos que puede desarrollar una persona a lo largo de su vida. Uno es la envidia, otro el victimismo y por último, que no menos importante, el desagradecimiento. Un cóctel letal que se deriva en la amargura de un rostro. En lo sucio de una mirada y en lo asqueroso de unas acciones.
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