De pie y descalza, acariciándose con su propia mejilla el hombro izquierdo, casi besándolo. Era sobre el que el hombre de la imagen tenía posada su mano. Ella le miraba desde fuera fijamente, concentraba toda su atención en esos ojos que tantas veces había venerado de cerca. Intentaba que salieran del lienzo, que le dijeran algo, pero ahí los únicos que hablaban eran los de la chica descalza que se limpiaba dos lágrimas rápidas e infinitas que le surcaban la cara.

Desde la cama lo observa. Es la última imagen que ve cada día, así lo siente un poco más cerca y así pretende sintonizar de alguna manera con él para que sepa que le manda fuerzas si todavía las necesita, que le transmite amor desde lo más profundo de su amputado corazón y quiere hacerle llegar las terribles ganas de verle aunque haga apenas seis meses de su marcha y el camino sin él acabe de empezar...