miércoles, 10 de enero de 2018

De vuelta



Aquel día de Reyes llegó a mí el mejor regalo que he tenido nunca un seis de enero.
No me hizo falta abrirlo, sentía que me haría sentir.
Cuando empecé a separar el envoltorio de su piel, lo hacía con cuidado.
Me encantaba ese envoltorio y más, su sonrisa, que logró conectarme al universo.


Me mostró años en unas horas, jirones de sus vidas en sus ojos.
Unos ventanales en los que pude ver las vidas que no tuve la valentía de vivir,
el amor, el dolor y el desgarro; pero sobre todo, la luz y el aire que sacude,
que te hace despertar y llena el alma.

Él es de los que no se van y te mantienen respirando.
Esa botella de oxígeno que, con un soplo, te impulsa a la superficie.

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