domingo, 28 de enero de 2018

El ciclo de la vida


Viajar a lomos de su verso
hasta el límite de pentagramas aguamarina,
dibujando colinas que se derraman en valles amplios y
solitarios al abrigo del sol de enero.

Volar bajo los cielos nacarados del triste febrero
para florecer en marzo,
saltándonos de la mano abril y mayo.

Nadando en junio, sumergiéndonos en julio y
secando alma y cuerpo en agosto. Todavía con escamas y sin zapatos camino por los anillos del círculo de septiembre, que sin piedad nos arranca la sal de unos cuerpos que,
desprotegidos, llegan a octubre y su manto amarillo.

Belleza de otoño acomplejado de Carnaval,
disfrazando calles y emociones en pleno noviembre.
Desnudos nos volvemos a encontrar en diciembre,
grises bajo árboles sin sombra,
rodeados de un intermitente caos que siempre nos gana.

lunes, 22 de enero de 2018

Silvestre corazón


A las personas libres hay que quererlas libres, entenderlas y sentirlas libres.
Libertad compartida durante toda una vida o en unos días tornados eternos.
Libertad que libera y desafloja cadenas.
Unas cadenas con las que nacemos y,
que con el paso del tiempo ganan centímetros;
en otros corazones, aprietan hasta dejar marca.

Los corazones que poco a poco sienten ceder esas cadenas van ensanchándose,
aunque a veces, sin la sujeción de antaño, se sienten en un limbo agitado, desprotegidos. Los golpes son secos y los saltos inalcanzables.

Silvestre y educado corazón que elige rumbo,
enriqueciendo en su camino el de los demás,
liberando eslabón a eslabón cadenas que oprimen los latidos que faltan por dar.

Corazones acompasados, almas que mariposean.

sábado, 20 de enero de 2018

"Gracias por tu guía"



Sentir la adrenalina tras un concierto sin ser el artista que lo ofrece,
emocionarte con aquellos momentos de lucidez de Manuel sin conocerle,
entrar en otra dimensión sin despegar los pies del suelo,
y todo, en un par de horas que parecen fotogramas fugaces.

"El poder de la música", dicen, aunque el verdadero poder es el de una voz rasgada,
el de una mano que se cierne y agarra la banqueta en la que toca el piano,
el poder de generar sentimiento entre seres y conectar sus almas.


De su alma salen ramificaciones. Es sensual, melancólica, potente e inmensa.
Una fuerza desgarradora y una emoción desbordantemente pura recorren sus venas.
Su cuerpo, aunque no lo crea, habla y hace hablar al de los demás.

De extrema sensibilidad son sus letras y melodías, que a modo de diario,
recuerdo a recuerdo: serenan, agitan y paran.
Te llevan a Cádiz, a Pantín y por qué no, a Albacete,
donde sin darte cuenta, el corazón se desboca.
Os regaláis dos abrazos. ¿Puede existir mejor regalo que un abrazo?

A personas así hay que agradecerles su música, su pasión,
y sobre todo, su magia, que nace y crea sentimientos.

Gracias Andrés Suárez, 'Vuelve' pronto a casa.

viernes, 12 de enero de 2018

Ruido y silencio





Escribir para no olvidar su cara, sus ojos brillantes,
su bonita sonrisa y sus piernas cruzadas en aquel hotel mientras se leía en mis letras.
Aquella noche en la que, mientras él dormía, no dejé de mirar el reloj,
arañando minutos que impidieran los desvíos en nuestros caminos.

Qué bien le quedaban esas sábanas blancas que tapaban, a retales, su cuerpo tatuado,
dejando ver en su pecho una enorme máscara;
en sus costados, la música y lo pirata de la vida.
Las raíces bajaban y subían por su pierna enfrascada de mujer.
En su pierna valiente, rostros, figuras y sentimientos salieron de sus propias manos.
En la espalda, su favorito, un boceto grabado a sangre que siempre la recordará,
devolviéndole aquel beso de despedida que bien vale los besos de toda una vida.
En sus brazos, mi perdición: desde el hombro a la muñeca, una manga tejida con amor.
Círculos, lagartos, ojos y fuerza. Negrura en las colinas, verdoso en las laderas.
Corchea tachada, ruido y silencio en su piel.

Ruido y silencio en su interior.
Cansancio y fatiga de una década nómada sin la que no sabría vivir.
Libertad, respeto y cultura campan sin pudor por sus marcadas venas,
prominentes y serenas.
Ansias de saber en sus redondos ojos color marrón vidrioso,
que se empañan al rememorar sus 25 años,
que miran mi rostro con curiosidad y mis ojos con ganas de deshojarlos y capturarlos.
Igual que la instantánea que tomó su mente de la chica de los pies pequeños tendida sobre la cama: encuadró con sus manos curtidas de música y tierra y pulsó el botón.

Cuatro días que acabaron en la puerta de un bar, no un bar cualquiera,
sino el "de los mejores", que no el mejor;
con la suavidad de unos labios que se cernían sobre los de ella,
que todavía no sabía lo que había pasado y que no quiso girarse para verle marchar.
En su penúltima imagen: su sonrisa, sus vivos y felices ojos, una camisa negra bajo una chaqueta naranja,  una sudadera gris con cremallera y su cazadora de cuello desgastado y tachuelas plateadas. Cinturón, pantalón y botas de montañero cubren su delicadeza.

- "Cuídate", le dijo.
- "Por favor, escribe", contestó.

Y así lo hago. Así me lo tatúo.

miércoles, 10 de enero de 2018

De vuelta



Aquel día de Reyes llegó a mí el mejor regalo que he tenido nunca un seis de enero.
No me hizo falta abrirlo, sentía que me haría sentir.
Cuando empecé a separar el envoltorio de su piel, lo hacía con cuidado.
Me encantaba ese envoltorio y más, su sonrisa, que logró conectarme al universo.


Me mostró años en unas horas, jirones de sus vidas en sus ojos.
Unos ventanales en los que pude ver las vidas que no tuve la valentía de vivir,
el amor, el dolor y el desgarro; pero sobre todo, la luz y el aire que sacude,
que te hace despertar y llena el alma.

Él es de los que no se van y te mantienen respirando.
Esa botella de oxígeno que, con un soplo, te impulsa a la superficie.