domingo, 4 de diciembre de 2016

También perdí el escudo

Lo realmente peligroso de entregar el poder a alguien no es el simple hecho de hacerlo. El problema viene cuando ni siquiera eres consciente de que ya no lo tienes. Ni te molestas en comprobar si sigue ahí. Y lo mejor de todo es que no te darás cuenta de que lo habías perdido hasta que él te lo devuelva. Entonces sí lo notarás.

Lo sentirás directo al corazón, de donde salió poco a poco dejándote desprotegida. El poder ha vuelto en forma de lanza, que te atraviesa y te duele tanto que desearás que se lo hubiera quedado para siempre, aunque sea tuyo.

No sabías que lo habías perdido. No estabas preparada para que se volviera contra ti... No pudiste defenderte y ahora te desangras. Tienes el corazón tan encogido que no le llega la luz del Sol. No quieres verla. No puedes. No sabes. Y pasan los meses y ni siquiera te has quitado la lanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.