martes, 27 de abril de 2010

Sentimientos enfrentados



Como dijo el titular del periódico ‘Star de Kansas’: “Ahorcados por sangriento crimen.” Sería a simple vista el desenlace de la obra, de un asesinato más. Sin embargo, detrás de la ejecución de los homicidas están los sentimientos de los mismos, de la gente que vivió aquél suceso y de los que nos hemos visto involucrados en él a través de la lectura.

El choque frontal de dos modos de vida: el oscuro de Smith y Hickock y el puritano de los Clutter se saldó con la destrucción de tres familias. Truman Capote crea en pocas líneas un lazo de simpatía y afecto entre la familia asesinada y el lector, por lo que si ya de por sí un acto de violencia desenfrenada es recibido como algo repulsivo, este concretamente a mi logró apenarme y más cuando descubrí que es un libro basado en hechos reales. Porque es una de esas obras que incitan a buscar información sobre ella y cuando descubres todo el trabajo realizado por parte del autor hace que lo admires a él y que su labor sea doblemente valorada.

No solamente se produjo un choque frontal entre asesinos y víctimas, sino que con la lectura de la obra, además se enfrentan sentimientos. Y digo esto porque, el crimen cometido ha de ser castigado y si lo sufriéramos alguno de nosotros seguramente pediríamos la pena máxima para los maleantes. Pues bien, con ellos no. Al principio, cuando el autor aún no nos ha dejado conocerlos del todo todavía optaríamos por ajusticiarlos severamente, pero cuando profundizamos en sus vidas la idea se desvanece. Se desvanece aún sabiendo que lo volverían a hacer, que sus interior está corrompido y que su presencia nunca hará bien a la sociedad.

Me asombró el hecho de que en sólo unas páginas me entristeciera por la muerte de los Clutter, pero eso no sería nada con lo que vendría a continuación... ¡sentí empatía con los asesinos! Y la frialdad con la que actuaban llegué a tomarla como algo normal, me sorprendí a mi misma sonriendo cuando leí unas palabras de Perry narrando el día que iba con un amigo pegando tirones de bolso a las señoras mayores y una de ellas no lo soltaba: “Al final, ella me vio y me gritó: “¡Socorro, socorro!” Y yo le contesté: “¡Al cuerno, señora, que al que socorro es a él!” Porque ellos eran así. No profesaban respeto por nada y la naturalidad con la que actuaban llega a hacer pensar que sus actos son totalmente racionales y justificables. Y no lo son en absoluto.

Truman Capote consigue plenamente su objetivo de crear en el lector la reflexión sobre la pena de muerte, ¿realmente personajes como Perry y Dick deben ser ejecutados? Puede que exista otra alternativa, y que puedan ser útiles para la sociedad, pero en ocasiones, el miedo a que vuelvan a reincidir puede más. Y en el caso de Perry y Dick, pudo más.

A mi parecer, el escritor consiguió todo lo que se puede proponer un autor: forjar unos sentimientos en todo aquel que examina su libro y desde el punto de vista narrativo podríamos decir que es una genial combinación de la literatura y el periodismo, dos ramas que nacen del mismo árbol pero que algunos se empeñan en separar. Así se creó lo que Truman denominó como nonfiction novel. Un género pionero consistente en escribir como si fuese una novela pero, en lugar de sacar los personajes y las situaciones de su imaginación, proceden de la vida real.

El espíritu de periodista intrépido que se lanza en busca de la aventura para culminar su trabajo de la mejor manera posible es todo un ejemplo a seguir. Capote no sólo nos cuenta la historia, sino que se sumerge en ella, palpa las impresiones de la mayoría de los afectados y de la mano nos lleva al interior de Dick y Perry. Para que los entendamos, para que los compadezcamos, para que nos resulte abominable la acción cometida contra sus personas. También a sangre fría.

He de decir que en el momento en el que fueron ejecutados los imaginé ahí colgados y un escalofrío me recorrió el cuerpo.

miércoles, 21 de abril de 2010

Meteorología adversa



El tiempo, que no cesa de gotear, nos sigue separando.
Ha dejado de caer suavemente,
ahora al tiempo se le han helado las manos
y nos golpea con sus puños de nieve.

miércoles, 14 de abril de 2010

Como una veleta


Pensaba que había dejado de afectarle. O quizá era psicológico o está loca perdida. A veces se para a pensar que efectivamente está loca. No son muy normales las cosas que se le pasan por la cabeza. Ni la vida que lleva. Le dan caprichos que desaparecen a las dos semanas, que nunca llegan a nada.

Y cuando recuerda todo lo que había pasado... Ahora entiende porqué la gente dice que es mejor no saberlo todo de las personas. Si supiéramos los pensamientos de todos los que nos rodean viviríamos amargados. Completamente amargados. Y resulta que Triana tiene la posibilidad de conocer cómo es él con los demás, y ¿a quién pretende engañar? Con las demás también. Está loca.

¿Por qué no puede ser una chica normal pasando de historias? ¿Por qué no consigue lo que quiere en ese aspecto? Y no es que sea alguien dependiente o que necesite tener una persona junto a ella noche y día. Se agobiaría. Lo sabe.
No quiere. Pero lo quiere. Otra vez él.

Y no sabe porqué. Sinceramente cree que esta obsesionada o que, como no tiene otra persona en la que pensar, en ese sentido, piensa en él. Y hacía mucho tiempo que no lo hacía. Últimamente hablan normal, sin esas tonterías de antes, sin esas tiranteces. Porque ya no hay nada, bueno, en realidad nunca lo hubo. Lo que quiero decir es que ya estaba desengañada y a no le volvería ha hacer más daño. Ni él ni nadie. Sabía de buena tinta que andaba con unas y con otras, pero no le afectaba. No le afecta. Pero ahora aparece Siomara. Mejor dicho reaparece.

Contra algo así no se puede luchar. Su primer amor. Además no quiere luchar. No quiere nada con él ni con nadie. Pero le fastidia. Se da cuenta de que en estas líneas hay muchas contradicciones, mucho “pero”... mucho “no”... mucho “quiero”...

La manera en que la trata, la manera en la que le habla, el cuidado con el que escoge las palabras no se lo había visto antes en nadie. Esas cosas si que duelen. A ella ‘no la trataba mal’ y lo entrecomilla, porque indudablemente es una historia aparte. Probablemente ella haya sido la chica a la que con más cariño ha tratado después de Siomara. Después de Siomara. Primero siempre irá Siomara.

Sin embargo, Triana, sinceramente no está celosa. No se siente resentida, no tiene ni tal necesidad ni tal derecho. Unicamente sintió en aquel momento la necesidad de contarlo, de decirlo aunque nadie la comprenda. Quizá esté loca.

Mientras tanto Siomara juega con esa ventaja. Parte de la confianza y avanza, dándole de beber un poco de esa medicina que él reparte sin miramientos.