viernes, 9 de agosto de 2013

A la chica descalza le han amputado el corazón

Amanecía, a penas faltaban un par de minutos para las siete y allí estaba, frente a la fotografía situada en la leja que preside el escritorio de la habitación.

De pie y descalza, acariciándose con su propia mejilla el hombro izquierdo, casi besándolo. Era sobre el que el hombre de la imagen tenía posada su mano. Ella le miraba desde fuera fijamente, concentraba toda su atención en esos ojos que tantas veces había venerado de cerca. Intentaba que salieran del lienzo, que le dijeran algo, pero ahí los únicos que hablaban eran los de la chica descalza que se limpiaba dos lágrimas rápidas e infinitas que le surcaban la cara.

Recreó el momento inmortalizado en su memoria y recordó lo feliz que era entonces y cómo siempre buscaba sentarse cerca de él para disfrutar de su presencia, y mirando la imagen tiene la certeza de que él también lo fue y eso la reconforta a sabiendas que, aunque quiera, no podrá transmitir ni nadie entenderá lo inmensa que se sentía a su lado. Por eso son muchas las noches en las que se tumba en la cama con la luz encendida y se pierde en el cuadro. Lo mandó hacer de un tamaño considerable para que pareciera lo más real posible y tener la sensación de que él no la abandonará nunca.

Desde la cama lo observa. Es la última imagen que ve cada día, así lo siente un poco más cerca y así pretende sintonizar de alguna manera con él para que sepa que le manda fuerzas si todavía las necesita, que le transmite amor desde lo más profundo de su amputado corazón y quiere hacerle llegar las terribles ganas de verle aunque haga apenas seis meses de su marcha y el camino sin él acabe de empezar...

martes, 21 de mayo de 2013

Partícipe de nada

Tenía la sensación de estar pasando de puntillas una vez más. Todo a mi alrededor era fiesta. La ciudad reía y festejaba mientras les observaba por casualidad, a lo lejos podía ver las luces de colores, pero el coche no se detenía. Llegué a insinuarlo, incluso a decir claramente que me gustaría formar parte de aquel alboroto; pero el coche no paró y la espiral de conformismo volvió a aletargarme.

En el fondo, sabía que si fuera yo quien conducía, me hubiera desviado hacia allá, aunque no habría bajado. La soledad me reconforta y me tortura. Suelo pensar que malgasto mi juventud, pero en realidad me soy fiel. No me gusta esta diversión superficial y provocada, no hay felicidad real. Todo está controlado por nosotros mismos o por los demás. Los secretos son vox populi y los detalles, primeros planos. Hay falsos pijos y pijos alternativos. Ignorantes con títulos y títulos escondidos. Tantas categorías... Llevamos etiqueta. Y yo en mi sueño me la quito y vivo en los ochenta de mis padres, los sesenta de mis admirados abuelos o incluso en los felices veinte de Nueva York.

Oh, ¡mierda!



















Vuelta a empezar.

domingo, 28 de abril de 2013

Todavía crees que es un mal sueño

Buenas noches, te quiero.
Dicen que cuando una persona se marcha para siempre hay que dejarla ir. Y eso se consigue recordándola con alegría, pero es difícil y más cuando hace un par de meses que se ha ido. Si las despedidas ya de por sí son dolorosas cuando se trata de alguien que día a día te hacía feliz sólo con su presencia, ver que ya no está es demoledor.

Hay días que crees, aún sabiendo que nada volverá a ser como antes, que poco a poco le dejarás de echar de menos y que te acostumbrarás a no verle; pero hay otros días en los que cuando llega la noche, de repente, rompes a llorar y no puedes parar. Miras su foto y le ruegas a Dios que esté bien, que os vea y sienta que no está solo. Y le pides a él que por favor te haga una señal y que te ayude a sentirle cerca siempre. Es una desesperación amarga. Te quedas dormida llorando y en ocasiones, al día siguiente, te levantas abrazada al marco en el que está la foto de los dos. En esa que te tiene agarrada por la cintura y te aprieta contra sí mismo mientras te canta. Lo que darías por oír su voz…

Todos sabemos que la muerte forma parte de la vida, que hay que aceptarla y dar gracias por haber tenido la oportunidad de disfrutar del regalo que ha supuesto esa persona en tu vida. La teoría está clara, pero en los sentimientos no es aplicable. No se puede controlar la tristeza o la melancolía, ni recuperar ese trozo de alma que se fue con la suya. Todo se reduce a aprender a vivir con la ausencia.

Y claro que la vida sigue, y claro que tú vas con ella, pero ahora de forma diferente y eso también hay que asimilarlo. No solo tú, sino los que tienes a tu alrededor.

Ya no eres la misma. 

domingo, 1 de julio de 2012

"La naranja entera"

19/05/10. "La media naranja, esa imagen metafórica que todos usamos para referirnos al cónyuge, constituye un error de interpretación y, lo que es más grave, una concepción de la pareja seriamente peligrosa. Aunque es cierto que algunas mujeres y muchos hombres buscan y encuentran un consorte que complete sus carencias, compense sus deficiencias, corrija sus defectos y solucione sus problemas; es frecuente que se explique la unión
matrimonial como una fórmula para nivelar los desequilibrios psicológicos, culturales y hasta económicos, también es verdad que la experiencia nos demuestra que esta receta compensatoria aboca, en muchas ocasiones, a la frustración personal y al fracaso familiar. No ponemos en duda que el ser humano es esencialmente imperfecto, indigente, incompleto, defectuoso y necesitado. Estamos de acuerdo en que, para “realizarnos”, para llegar a ser nosotros mismos, requerimos la ayuda de los demás, pero opinamos que esta colaboración, más que a remediar nuestras carencias o aliviar nuestras dolencias, ha de contribuir a que cada uno despliegue todas sus facultades, supere por sí solo sus dificultades, alcance sus metas y logre su peculiar plenitud. Como suele repetir Antonio García, “los seres humanos –cada ser humano–, hombre o mujer, joven o anciano, soltero o casado, no somos seres mutilados, sino que somos, o debemos llegar a ser, unos proyectos completos y unas obras acabadas”. Cada uno de nosotros encierra, en lo más profundo de sus entrañas, un diseño propio y un plan diferente que, con la ayuda de todos los demás acompañantes y compañeros, ha de desarrollar y ha de cumplir. El proyecto común de cualquier grupo de personas –sobre todo de las que integran la unidad familiar– vale sólo en la medida en la que sirve para facilitar que cada uno de sus miembros identifique y construya su modelo singular; para que viva su vida y para que logre su bienestar. Los cónyuges no somos medias naranjas, somos… naranjas enteras." J.L.V.F.

miércoles, 25 de enero de 2012

Pero esta tarde no te vas

“Me gusta esta letra especialmente porque es una concesión de virtudes de alguien que sabes que no te va a pertenecer jamás, que es una persona que es totalmente libre, que no tiene ninguna intención de atarse a tu vida, ni de que tú te ates a la suya. Está toda la canción reconociéndolo, viéndolo venir, sabiendo que se va a marchar. Tiene todo el desgarro de ir subiendo, de irte metiéndote en la canción hasta que entras en el viaje”.
Maestro Sanz.

martes, 22 de noviembre de 2011

Fortaleza


Riing. Riiiiiinng.
A partir de ahí todo se desmorona. Ella continúa con el teléfono en la oreja mientras sus ojos se inundan poco a poco de lágrimas. Siente que no puede hablar, que de un momento a otro no podrá seguir conteniendo el llanto. Silencio. Candela, con la voz entrecortada, acierta a decir unas palabras, pero es Victoria quien continúa por ella. Ya estaba todo dicho. Guardó su teléfono y se limpió las lágrimas antes de que ninguna compañera del internado pudiera verla. Se cruzaba con ellas por los pasillos, iban tan alegres, tan contentas porque era la hora del recreo y, sin embargo, Candela no tenía fuerzas ni para llegar a su habitación. Cuando al fin lo consiguió, se sintió morir. Su llanto era agónico, desesperado y sobre todo, amargo. Parecía que le iba a estallar la cabeza de tanto llorar, la mandíbula le temblaba y sus ojos apenas podían abrirse. No podía más y lo peor era que la historia acababa de empezar.

Cientos de noches, desde hace ya muchos años, Candela se acostaba y se levantaba con el mismo pensamiento. Era una tortura. Hacía un tiempo que esas ideas no acosaban su cabeza, sólo aparecían a veces. Pero ahora más que nunca vuelve a aquella época. Tiene miedo y no se cree capaz de volver a pasar por lo mismo. Ella no podría soportarlo, y reza para que él si pueda. Para que sea fuerte por todos y no deje que se apaguen sus risas. Dependen de él.

martes, 16 de agosto de 2011

Nada especial

Era la hora de partir, pero no le encontraba. Me extrañó que no estuviera junto a la puerta esperándome. Debía llevarme con su coche a una cita. Siempre soy la última en estar lista para salir y él es muy puntual. Me puse a buscarlo por toda la casa. Se hacía tarde.

Allí estaba. Sentado en el sofá del salón, con los ojos empañados y la mirada fija en la televisión. Observaba una película que ya había visto en otra ocasión. Según me contó más tarde, es un film que siempre logra emocionarle, aunque sepa de antemano lo que va a suceder. Versa de una historia de amor, una de tantas. Con un esperado desenlace. Y aún así, su ánimo se desestabiliza. Pasó al baño y momentos después ya estábamos saliendo de casa.

En el coche le noté algo distraído e hice una broma sobre la película para romper el hielo. Entonces me dijo: "A él también le emocionaban estas cosas. Cuando veíamos la tele, a veces, se le caían las lágrimas con algún programa. Era como yo. Tenía el corazón débil... tan débil." Mi única reacción fue anunciarle que ya habíamos llegado, que me podía dejar ahí y marcharse. Bajé del coche y esperé a que arrancara. Le despedí con una melancólica y tierna sonrisa. Evitándo centrarme en sus ojos, alcé la mano, abriéndola y cerrándola. Igual que los niños cuando dicen adiós. Como un pequeño triste que sabe que más tarde volverás pero que por el momento se queda solo. Yo estaba sola. Y él también.