miércoles, 4 de abril de 2018

Matices que apagan brillos

Una vida vacía, impregnada de rutina. Agónica rutina que, una y otra vez, 
le quemaba por dentro calcinando los espacios en los que el eco taladraba sus oídos. 

Llevaba ya tiempo intentando encontrar emociones en el desván de la desidia; 
buscando hallar novedades en lúgubres rincones, 
allí donde jamás existió absolutamente nada. 
Ella siempre supo que aquello que no había nacido, 
no moriría jamás y que no perdería su tiempo en disfraces enlutados.

Tiempo que si no perdía no valoraba; risa que si no corría peligro, no quería salvar; 
paisajes que ni había visto ni podía imaginar 
y que formaban parte de un resbaladizo corazón, 
que se sentía culpable por tenerlo todo y no ilusionarse por nada.

Solamente fue necesario cruzar una primera mirada para poder entenderla. 
Quedaba patente que su silencio formaba parte del desarrollo de aquella novela, 
el relato de su propia historia. 
El brillo de sus ojos escondía una metáfora clandestina oculta en aquel poema de amor, 
y su soledad retrataba silenciosos gritos de tristeza que resonaban en aquellos suspiros incesantes.
Suspiros de un alma atormentada, que, por más que lo intentaba, no lograba sacar a flote al corazón.




                                                                  Compartido y escrito por ambos.
                                                                                   Gracias G.,

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