miércoles, 9 de octubre de 2013

El espejismo





















No entendía nada. De repente estaba como al principio y peor aún,
ayer la vio. Iba divertida jugando con su nuevo amor. Parecían un
par de adolescentes huyendo de la barrera de los treinta.

Él se alegró de verla feliz porque siempre supo que ella llevaba razón:
juntos no hubieran tenido futuro. Se habrían terminado destruyendo.
Sí, así como está él ahora, pero en vez de uno, los dos. Al menos ella
no vive estancada. Aprendió a querer y sobre todo, se dejó querer.

Desde que ella salió de su vida él creyó centrarse en no volver a sufrir,
pero en realidad se ha dado cuenta de que no sabe amar. De que no le gusta
en lo que se convierte cuando alguien intenta abrir la puerta entornada del
fondo del pasillo. Las alarmas se disparan inconscientemente y todo cambia.

Hay dependencia y posesión. Superficialidad y distancia. Como si le dieran

la vuelta y él desapareciera. Lo que muestra es irreal y nunca hay tiempo
para descubrir que es un engaño. Es demasiado insoportable y excéntrico.
Puede que un tanto repetitivo e insulso. Nadie le aguanta más de lo debido y
es consciente de ello, pero también tiene claro que si alguien atraviesa la puerta
será porque ha sabido sortear el espejismo. Y el espejismo también forma parte de él.

A veces le duele que nadie tenga la paciencia que a él le sobra, pero otras se
alegra. Quizá ese sea su estado natural y prefiera saberse solitario aun ahogándose
en su desdicha. Contradiciéndose a sí mismo, como siempre.

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