jueves, 4 de noviembre de 2010

Mismo escenario, distintos personajes.


Meses antes ella juró y perjuró que nunca lo haría. Le repugnaba el mero hecho de imaginarlo, pero una vez llegado el momento se dejó llevar. Aunque no le gustaba no podía parar hasta que el chip saltó, mil y un pensamientos le abordaron, su mente se evadió mientras las escena continuaba sin ella. Era patético observar aquel intento de algo que no le aportaba nada, pero el dichoso instinto y el persistente deseo de ser como los demás la condujeron a aquel colchón.

Al día siguiente, mientras le veía marchar asomada a la ventana, una ligera brisa le removía los cabellos y de ellos emergía su perfume. Parecía que nunca se iba a ir ese olor de su ser. Sentía asco de sí misma. Y lo peor de todo es que por primera vez era consciente de que el instinto animal no sólo pertenece al hombre. Ella no es distinta de los demás. Nota la suciedad traspasándole la piel y no es capaz de negarse a volverlo a hacer. Una y otra vez.

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