martes, 24 de agosto de 2010

No dejes que se hunda. Mantenlo a flote.



Lo reconozco. Tengo miedo. Pero no siento ese terror que hace tiritar, que desgarra la piel y revuelve las entrañas... No. Es otro temor: el que apaga y no permite disfrutar. Parece que sólo yo soy realista en esta especie de fábula, cuando en realidad, todos sabemos que es una locura que sólo servirá para hacernos daño.

Es como una de las típicas historias en las que el final se sabe de antemano y desde casa, le gritas a la protagonista: "¡No! ¡Por ahí no! ¿No ves que no hay salida?" Pero ella no escucha y avanza. También sabe que no hay escapatoria, que lo que es blanco lo verá gris y se le enturbiará la mirada.

Comienza a percibir que se le olvida nadar... que vuelve al principio y que no sabe nadar... "¡Mueve las piernas!¡Agarrate al flotador!¡Haz algo,niña!" Repentinamente la chica comienza a reaccionar, para alivio del espectador, pero no lo hace como éste espera y avanza hacia el lado contrario.

Va directa al precipicio.

Silencio. Ya no se oye al espectador. ¿Dónde está?
"Cayó con ella hacia el vacío" - respondió el corazón.

1 comentario:

  1. No sé exactamente si es un relato de ficción o es verdad, pero bueno, no te caigas.

    nos vemos pronto

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